martes, 23 de junio de 2009
Luz Cegadora
lunes, 22 de junio de 2009
Luz cegadora
sábado, 20 de junio de 2009
Luz Cegadora
Intentaba luchar desesperadamente, una y otra vez, pero sentía que cada vez me costaba más, como cuando un pájaro trata de levantar el vuelo con un ala rota.
A veces, hasta tenía que luchar contra mí misma, tal vez para no razonar y obedecer a las leyes que no hacían más que dictarme.
Por eso y mucho más, había creado aquella barrera que minutos antes se había desmoronado por primera vez en mucho tiempo.
Para poder luchar por más tiempo.
Para poder sentirme mejor, conmigo misma y con el resto del mundo.
Para no poder mostrar la debilidad que a veces afloraba en mi, queriendo salir a la superficie.
Para poder plantarle cara a toda esa gente que no hacía más que pensar que tenía cierto poder sobre mí.
Para...en resumidas cuentas, para TODO.
Y en aquel momento me había quedado libre de toda defensa.
Miré fijamente a la nada, ya que todo estaba completamente oscuro y no conseguía ver nada a través de la espesa oscuridad.
Sentí un dolor agudo en uno de mis brazos, supongo que se me había levantado la piel al roce con el ladrillo, aunque no me importaba en absoluto, es más, preferiría levantarme toda la piel del cuerpo, sangrar, tal vez para así morirme desangrada, ya que en esos momentos ya no me sentía bien para nada. Ni para vivir, ni para luchar. Para nada.
Sentí como una lágrima discurría por todo mi rostro, llegando hasta mi mentón y luego cayendo de allí sobre mis piernas.
Y seguí llorando. Hasta quedarme sin lágrimas.
viernes, 19 de junio de 2009
Luz cegadora
Tampoco sé cuántos cigarrillos se consumieron en mi boca de labios agrietados y llenaron mis pulmones de un humo negro, pero daba igual, ya estaba suficientemente consumida por dentro, ya nada me importaba.
Tenía muy claro que lucharía hasta el final, pero mis recursos eran escasos y no dependían de mí.
Anhelaba esa sensación de libertad, el no tener que dar cuentas a nadie más que a mí misma, el ir donde me apeteciera cuando me apeteciera, hacer lo que quisiera cuando quisiera.
Las horas pasaban, las farolas apenas iluminaban mi camino, y a partir de cierta hora de la madrugada (puede que fueran las 3, quizás las 4) dejaron de iluminarlo, pues empecé a callejear por callejuelas carentes de luz.
Me sentía bien en la oscuridad. Me sentía sola, pero era lo más cercano que había a mi funesta realidad. Así podía recordar constantemente que debía aprender a valerme por mí misma, porque NADIE se queda para siempre.
Recuerdo que, llegado cierto punto de la noche, no pude contenerme más, mi coraza de aparente fortaleza se desmoronó como un castillo de naipes, y me vi sumida en la más densa y triste desesperación.
Me apoyé contra una pared agrietada, de ladrillos gastados, pues las aristas ni siquiera me dañaban la espalda cuando me golpeaba contra la misma.
Quería gritar, desahogarme de algún modo, echar a correr a ninguna parte, pero por favor, necesitaba que esa sensación desapareciera.
Lentamente me dejé caer, notando como los ladrillos friccionaban mi espalda.
Dos lágrimas surcaron mis mejillas, al principio solo dos, pero luego ya no pude parar.
Estaba completamente perdida en mí misma, me ahogaba en mi propio pozo de oscuridad, y, aunque tenía muy claro que debía seguir hacia delante sin mirar hacia atrás, no podía evitar que una sensación de desolación me embriagara, cerrando todos los conductos que conectaban a mi alma con el mundo.
Dí una honda calada al cigarrillo que en esos momentos tenía en mi mano derecha.
La calada me relajó bastante, no había nada como un cigarrillo en un momento como este.
Luchar...a veces era más difícil de lo que creía, pero aunque no me hubiera dado cuenta, llevaba luchando desde que tenía razón de ser.
Bueno, en definitiva, todos luchamos, unos más que otros, y por razones muy distintas, pero al fin y al cabo todos luchamos.
Tal vez mi rebeldía me había hecho luchar más que el resto del mundo, pero a mí me parecía algo satisfactorio, ya que lo que hacía era expresar mi opinión al resto del mundo, no como quería a veces, pero así lo hacía.
Miré hacia el cielo, aquella cúpula oscura en ese momento, que nos cubría a todos. Ni siquiera cuando estaba lejos de todo el mundo, fuera de todo, me sentía libre.
Por momentos sentía que mi alma se iba apagando poco a poco, por no saber como encontrar esa luz, que hacía que la llama que era mi alma se avivara, pero mientras no le encontrara un sentido a mi vida, nunca lo conseguiría.
Me levanté, y volví a comenzar a andar sin rumbo. No sabía a dónde quería ir, tampoco sabía a dónde llegaría, pero en ese momento todo me dió igual, solo tenía la esperanza de encontrar mi solución a todo en ese momento. Sabía que era casi imposible, pero ya no sabía en que creer.