viernes, 21 de agosto de 2009

Luz Cegadora

Sentí sus besos, me dejé llevar por ellos. Era una sensación única, sentir sus labios sobre mi cuerpo, una sensación que creía que jamás volvería a sentir.
Cerré los ojos y disfruté el momento. El sol que se filtraba a través de las persianas me daba en la cara, por lo que me sentía mejor así.

Ni en mis sueños me imaginé nunca ese momento. El momento más perfecto de mi vida.

Sentía la respiración de Bert cerca de mi mejilla, continuó repartiendo besos por todo mi cuello y esbocé una sonrisa de pura satisfacción, a lo que él respondió sellando mis labios con otro beso.

No tenía ni idea de qué hora era, casi ni tenía idea de dónde estaba, pero ya nada me importaba.
Esa luz que había aparecido en mi camino disipaba todas mis preocupaciones.
Y en verdad se lo agradecía.

Abrí los ojos. Mis dedos pasaron por toda la superficie de su torso, examinando cada centímetro de su piel, grabándola a fuego en mi mente.
Mis labios se pegaron a los suyos una vez más, como bebiendo de ellos.

Y allí nos quedamos alrrededor de un par de horas más, sobre ese colchón desvencijado, en la que a mí me parecía la habitación más desordenada y a la vez la más increíble de las que había estado nunca, besándonos, acariciándonos, haciéndo todo lo que siempre quise hacer, viviendo cada minuto con él como si fuera el último.
La noción del tiempo no existiía para mí, y dudaba que tampoco para Bert.

En cierto momento, el se incorporó, cogió un cigarrillo y lo encendió con parsimonia.
Yo estaba completamente ensimismada, tanto con mis propios pensamientos, como con lo que me rodeaba. Me dediqué a seguir la trayectoría del humo que desprendía el cigarrillo de Bert hasta que este desaparecía ante mis ojos, pero nada me importaba.

Me dediqué a pensar en todo lo que me había enseñado Bert sin saberlo él siquiera.

Y justo cuando todo lo que me había enseñado él ya me daba absolutamente igual que todo, apareció el en persona para recordarme la importancia de todo eso.
La luz se había vuelto a encender para mí, pero esta vez con una claridad insuperable.

Pensé también que hubiera sido de mí si él no hubiera aparecido en mí camino. Tal vez estubiera muerta por cualquier caso, tal vez me encontraran mis padres...demasiadas cosas podrían haberme pasado. Pero sobre, que seguiría sumiendome en una oscuridad sin una pizca de claridad.
Y él fué quién puso luna a mí noche eterna.
Fué quién me volvió a dar las ganas de seguir viviendo.

Y lo que es más importante, él me había enseñado a no rendirme, a hacer lo que quisiera y cuando quisiera.

Apoyé mi cabeza en su pecho, sintiendo su respiración acompasada, los latidos de su corazón.
Sentí su mano posarse sobre mi cabello, rozándolo con la yema de los dedos.

Sonreí, él le dió una nueva calada al cigarrillo y cerró los ojos.
Y ese fué el momento más maravilloso de mí vida.

1 comentario:

  1. Pues aprovecha ese momento!!
    disfruta de ellos al maximo y no dejes que se acaben nunca.. :)

    ResponderEliminar